No reconciliados (nadie sabe lo que un cuerpo puede) (2009), 127 min., es un vídeo de Marcelo Expósito producido con la ayuda del Centro Cultural Montehermoso de Vitoria-Gasteiz), la American Center Foundation de Nueva York, el Centro Cultural de España de Buenos Aires (CCEBA) y la Beca de Artes Visuales del Ayuntamiento de Olot.
Se trata de la cuarta entrega de la serie Entre sueños. Ensayos sobre la nueva imaginación política. Grabada en la Argentina, se puede considerar una libre adaptación del libro Espectros de Marx: el estado de la deuda, el estado del duelo y la nueva internacional (1993), de Jacques Derrida, y de la obra teatral Máquinahamlet (1977) del dramaturgo alemán Heiner Müller. Esta última obra fue puesta en escena en Buenos Aires por el grupo de teatro experimental El Periférico de Objetos en la segunda mitad de los años noventa, produciendo un terremoto cultural en el mismo año en que se constituyó la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), creada por hijos e hijas de personas detenidas-desaparecidas por la última dictadura cívico-militar argentina. No reconciliados recorre varios momentos en los que, en el contexto argentino, herramientas derivadas de la tradición de las vanguardias estéticas son puestas al servicio de la construcción del movimiento social, haciendo escalas en el Siluetazo en los años ochenta y en la participación de colectivos de arte político (Arte en la Kalle, Grupo de Arte Callejero [GAC] y Colectivo Etcétera) en el ámbito de los nuevos movimientos por los derechos humanos y en la práctica de los escraches, las acciones públicas contra la impunidad de los colaboradores con los crímenes de Estado cometidos durante la última dictadura militar argentina.
«La no reconciliación es una forma de hacer los films, de fabricarlos. Consiste en rechazar obstinadamente todas las fuerzas de homogeneización» (Serge Daney: «Un tombeau pour l’oeil», 1975, a propósito de Jean-Marie Straub y Danièlle Huillet y su film Nicht Versöhnt [No reconciliados]).
«En la música primitiva y oriental, cuando un tema se usa al mismo tiempo en dos o más voces, tomando cada una de ellas aspectos propios según la diferencia de los distintos intérpretes e instrumentos, si su fantasía interpretativa no está bloqueada, surge la heterofonía. Si un grupo de gente recorre el mismo camino, o si tan sólo parte de un mismo punto, resulta que la imagen que de ellos se percibe es la de un conjunto unificado. Incluso si cada uno de ellos se mueve de una manera excesivamente individualista, esta imagen no se altera: uno puede caminar pausadamente, otro ir bailando y otro hasta asumir el papel de peatón del aire» (Mauricio Kagel, «Tam Tam», 1975, a propósito de su obra musical Heterophonie).
«Los artistas, más que productores de la obra, podrían serlo de los proyectos que, al generar la participación, permitirían el desarrollo de la experiencia estética popular» (Rodolfo Aguerreberry en 1993, a propósito del Siluetazo, también llamado Silueteada).
«No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos». Ésta es la fórmula con la que la agrupación H.I.J.O.S. solía cerrar sus declaraciones públicas de denuncia que tenían lugar por lo general frente a domicilios de responsables y colaboradores impunes de la represión perpetrada durante la última dictadura cívico-militar en Argentina. Conformada a mediados de la década de 1990, la agrupación nucleó originalmente —y sobre todo, aunque no exclusivamente— a hijos e hijas de los 30.000 detenidos-desaparecidos por la represión organizada desde el Estado. Herederos fundamentalmente de la lucha pionera de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, reactivos frente a la asfixiante hegemonía neoliberal bajo el mandato en democracia del presidente Menem, H.I.J.O.S. puso en marcha una nueva oleada de politización de una generación joven que demostró una extraordinaria, alegre y furiosa capacidad de invención y creatividad en las nuevas formas de conflictualidad, volviendo a poner el cuerpo en la acción política. La participación de grupos artístico-políticos en el seno del renovado movimiento por los Derechos Humanos (como es el caso de Arte en la Kalle, Grupo de Arte Callejero/GAC o el Colectivo Etcétera, retratados en este vídeo) es sólo uno de los factores de ese despliegue de innovación generacional.
No reconciliados (nadie sabe lo que un cuerpo puede) comenzó siendo un proyecto que quería tratar sobre la manera en que algunos de esos grupos constituyeron una experiencia singular, en el contexto específico de la Argentina, del tipo de religamiento del arte, la política y el activismo que también se dio contemporáneamente en otros lugares del mundo. Pero, en un trayecto de cuatro años, ese objetivo se ha desbordado hasta el punto de que uno no sabría decir con exactitud «de qué trata» finalmente este film. Sí se puede describir que atraviesa varios momentos y maneras en que, en la Argentina, herramientas heredadas de las utopías truncadas del arte moderno y de vanguardia se actualizan y ponen al servicio de la reconstrucción del vínculo social, de la resistencia civil, del reclamo de justicia, de la reivindicación de una memoria activa que mantenga vivo el deseo y las políticas de cambio radical (a la manera anhelada por Walter Benjamin: rescatando lo que se quiere hacer olvidar para que nos ilumine destellando, como una llamarada, en un momento de crisis, cuando acecha un nuevo peligro).
El vídeo se ordena en cinco actos, asumiendo una estructura que replica la Máquinahamlet del alemán Heiner Müller, obra adaptada a la escena teatral argentina con gran estrépito por El Periférico de Objetos en la segunda mitad de esa misma década de 1990. Observa el centro clásico de la ciudad de Buenos Aires desde las alturas del majestuoso Hotel Bauen (emblemática empresa sin patrón, recuperada por sus trabajadores en 2002 tras el colapso neoliberal). Discute con la modernidad truncada del arte concreto argentino de los años cuarenta. Se detiene en uno de los ejemplos más sobrecogedores que se hayan dado de socialización participativa de herramientas creativas de producción colectiva de imágenes para estructurar la protesta social: la visibilización que dota de un singular cuerpo múltiple a los desaparecidos mediante el Siluetazo o la Silueteada, la cual se inició en los todavía peligrosos meses finales de la última dictadura (1983). Se plantea si es posible que la monumentalización y cierta oficialización de la memoria de los desaparecidos pueda constituir un nuevo espacio de conflicto que prolongue de otra manera y no clausure aquello por lo que los represaliados luchaban: este trabajo finaliza, por este motivo, meditando en el Parque de la Memoria de Buenos Aires. El film, en definitiva, quiere mostrar que, por todos estos asuntos, la Argentina es un lugar en el que se experimentan desde hace décadas conflictos y luchas, formas de memoria y de justicia que resultan ejemplares para la situación presente de otros lugares. Sobre todo, la de aquellos lugares donde el poder fantasmático de una vieja dictadura sangrienta sigue impidiéndonos ejercer una justicia suficiente y sostenida por una memoria no reconciliada.