Los ojos no quieren estar siempre cerrados

La conquista del paraíso

1992

La conquista del paraíso fue una instalación realizada específicamente para la II Bienal de la Imagen en Movimiento, celebrada en el Museo Reina Sofía de Madrid en el año 1992. La instalación consistía en la reconstrucción de una esquemática sala de cine en el interior del museo. En la pantalla se mostraba una retroproyección del vídeo Tierra prometida, de 6 minutos de duración reproducidos en bucle, frente a un rústico asiendo de madera que sostenía el garrote vil con el que fue ejecutado por el franquismo en 1974 el joven Salvador Puig Antich, militante del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), una pequeña organización revolucionaria autónoma de orientación anarcosituacionista. Excepto por este asiento, el gran espacio se mostraba completamente vacío, con el sonido de la proyección resonando en alto volumen. El habitual haz de luz que cruza una sala de cine entre el proyector y la pantalla no existía en este caso, dado que la película se mostraba mediante una retroproyección. En su lugar, una columna vertical iluminaba desde el techo el rudo asiento de madera.

El titulo de la instalación estaba tomado de la película dirigida por Ridley Scott en ese mismo año, realizada con enorme apoyo oficial y gran propaganda como parte de las celebraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. El vídeo Tierra prometida consistía en un détournement de la secuencia en la que Cristobal Colón y la tripulación de las Tres Carabelas llegaban a tierra, escenificada en la película Alba de América (1951) de Juan de Orduña, versión franquista del Descubrimiento en cuyo guión se dice que habría intervenido el almirante Carrero Blanco, asesinado más tarde en 1973, siendo presidente del Gobierno, por un aparatoso atentado de ETA. Existe un amplio consenso en torno a interpretar que el asesinato de Carrero Blanco desencadenó una crisis en los sectores más duros del franquismo y por lo tanto más proclives a impulsar una continuidad más drástica de la dictadura tras la muerte de Franco, que se intuía cercana. Pero, en lo más inmediato, lo cierto parece ser también que este atentado empeoró el destino judicial de Puig Antich, hasta el punto de que su sentencia de muerte podría haber sido una venganza del régimen hacia las luchas antifranquistas de signo más radical.

Esta instalación, realizada en el museo emblemático de la transición democrática española, constituía una contraconmemoración del Quinto Centenario que solapaba dos memorias reprimidas: la del imperialismo colonial español y la dictadura militar con sus ecos en el presente. Seguía de esta forma las ideas del teórico de la colonialidad Aimé Césaire, quien afirmaba que existía una conexión histórica y profunda entre el colonialismo europeo y la criminalidad de masas ejercida por los nazifascismos en las décadas de 1930-1940. El proyecto se hacía eco también de la afirmación de Bertolt Brecht: cuando se emplea la violencia contra otros pueblos, se acaba recurriendo a ella contra el propio.